Nuevas Historias

| Los Niños de la Carretera



Juan y Malena eran una pareja joven y sin hijos, que a un año de casados todavía disfrutaban de una vida sin grandes responsabilidades. Aquel fin de semana, los dos habían sido invitados a la boda de unos amigos, oriundos de Aguascalientes, estado de México. Con mucho gusto prepararon el viaje desde la capital y se dispusieron a pasar un buen rato.

La fiesta transcurrió tal y como se había planeado. Todos comieron, bebieron y bailaron hasta altas horas de la noche. Fue entonces cuando se empezaron a despedir, pues Juan tenía que trabajar al día siguiente. Y aunque a Malena le hubiera gustado quedarse, la verdad es que no se lo podían permitir.

Algunos de sus amigos trataron de insistir en que pasaran la noche ahí; ya por la mañana se irían temprano. Sin embargo, Juan se mantuvo firme en su decisión de llegar cuanto antes a casa.

Se metieron en el coche y emprendieron el camino hacia la ciudad.

—Hubiéramos tomado el consejo de nuestros amigos y pasado la noche con ellos —dijo Malena preocupada—, no me gusta que manejes de noche. Puedes tener un accidente.

—No te preocupes, todo está bien señalizado. Y por eso me bebí un café bien cargado antes de manejar. Tú duerme si quieres, en un par de horas llegaremos.




A esas alturas se encontraban en medio de la carretera de Aguascalientes, tomando una curva en medio de la oscuridad. Unas cruces blancas marcaban aquel tramo del camino. De pronto, un par de niños pequeños aparecieron a un lado del camino y Malena los miró con extrañeza. El mayor de ellos no tendría más de seis años mientras que el más pequeño, debía tener cuatro o cinco.

¿Qué harían unos chicos tan pequeños a esas horas, en una carretera tan concurrida y sin sus padres?

La mujer prefirió ignorar estas dudas, sobre todo porque en cuestión de minutos, los dejaron atrás. Solo esperaba que se encontraran bien.

Unos cuantos metros más adelante, un fétido olor se extendió en el vehículo y Malena y Juan se miraron asombrados. No tenían idea de donde podía provenir.

Como pudo, Juan detuvo el auto y miró hacia atrás… justo detrás del carro, vieron a los dos niños que Malena había observado más atrás. Su piel tenía aspecto de podredumbre y tenían la mirada perdida.

Inmediatamente arrancaron y siguieron despavoridos.

Poco después, Juan y Malena se enteraron de algo escalofriante. Hace muchos años, un par de niños pequeños habían sido arrollados en esa carretera, al estar jugando sin el permiso de sus padres. Luego de su muerte, habían decidido colocar las cruces blancas, para honrar la memoria de los chiquillos y advertir a los conductores que tuvieran cuidado.

La pareja nunca más quiso volver a transitar por aquel sitio.

Esta historia se encuentra basada en una leyenda del mismo nombre, según la cual, existen dos niños que se aparecen a altas horas de la noche en medio de la carretera mexicana, que lleva hasta el estado de Aguascalientes.

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